miércoles, 26 de enero de 2011

LA ESPAÑA DE GARZÓN, BOTÍN Y OTROS EJEMPLARES



Todo parece indicar que el «caso Garzón» va camino de seguir brillando en la cartelera de espectáculos de la actual España en quiebra, y todo a cuenta de un juez poco corriente y con un ego más grande que el Banco Santander.  Y es que Garzón es un caso...
Esta singular tragicomedia de odio y ambición color carmesí afecta, en primer lugar, a las conductas del propio magistrado-juez puestas en tela de juicio, pero, al mismo tiempo, concierne a quienes por su acción u omisión se sirven de los poderes de aquél para promover otras causas o para rematarlas, según convenga. Son los personajes secundarios de la trama, acompañados por el coro ditirámbico, como corresponde a una tragedia clásica. En el reparto brilla algún personaje público bastante conocido y poderoso. Y en la masa coral descuellan bastantes sindicalistas liberados o de actividades diversas, mucho artista de variedades sin ocupación ni estabilidad, algún ex fiscal más bermejo que un ministro socialista furtivo y los habituales en estos actos, más que nada para hacer bulto y ruido.
La puesta en escena del libreto está servida en varios actos. En una columna anterior, reseñamos el primero, a propósito del enjuiciamiento por el Tribunal Supremo de la particular guerra, ilegal e ilegítima, de Garzón contra el antiguo régimen. En el segundo acto, ambientado en Nueva York durante los años 2005 y 2006, el juez (convincente actor) hace como que imparte conferencias y estudia inglés, mientras aparecen cobros bajo sospecha. No faltan ahí los enredos y las escenas chocantes, con una funcionaria que pasa por asistente y algún familiar polizón que ha viajado de gorra. Pero, de pronto, irrumpe en escena un importante banquero y la cosa se pone más seria.
El presidente del Banco Santander, Emilio Botín (denominado en el sumario-guión «Querido Emilio»), fue llamado a declarar por el Supremo el día 12 de mayo, de momento sólo en calidad de testigo. Según el expediente en curso, el máximo directivo de la entidad bancaria autorizó la financiación de sendos ciclos de actuaciones del magistrado-juez, después de ser solicitada por éste, quien a su vez seguía cobrando la nómina de juez de la Audiencia Nacional. Cinco meses después, tras hacer las Américas y  reincorporado al Juzgado del que sigue siendo titular, llega a la mesa de Garzón una querella contra Botín, la cual acepta, pero para, a continuación, no admitirla a trámite y, en consecuencia, archivarla.
Situación tan turbia no es, sin embargo, excepcional ni extraordinaria. Según la Memoria de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) correspondiente al año 2008 (última hecha pública hasta hoy), las consultas más frecuentes realizadas por los inversores, en relación a actuaciones financieras irregulares, se referían a los «casos» de Lehman Brothers, Madoff y Banif Inmobiliario, de los que tampoco es ajeno el banco presidido por Emilio Botín. Por otra parte, la Audiencia Provincial de Barcelona ha condenado recientemente al consejero delegado del Banco Santander y ex presidente de Banesto, Alfredo Saénz) a seis meses de prisión por un delito de acusación y denuncia falsa contra clientes de la entidad con deudas. [Una reciente sentencia del Tribunal Supremo ha confirmado la sentencia anterior, aumentando incluso las penas a imponer al condenado]. Más morbo, imposible.
Aquí el verdadero «caso» es que en un país, presuntamente moderno y avanzado, un magistrado-juez y el presidente de un banco —cada uno, en su respectivo dominio, number one en poderío y proyección nacional e internacional— se ven involucrados en una misma causa judicial sobre prevaricación y cohecho. En esta tramoya, en fin, el problema está en la estrella, pero también en el reparto y en los que hacen coro.  Si, después de todo, Garzón y Botín son sólo buenos amigos que se hacen mutuos favores, eso es asunto que el Tribunal Supremo deberá decidir.
Llegados a este punto, pánico en la escena, alboroto general y zafarrancho de combate. «Haz como yo. ¡Cámbiate para ganar!», grita el trágico coro el lema de la última campaña publicitaria del Banco Santander. Y es que, dice también la letra, «sus colores hablan de su historia, de su ambición…». Tan alto y claro canta el orfeón que sus voces pugnan por ahogar o amortiguar en la sala las necesarias explicaciones de Garzón, Botín y compañía.


El presente artículo fue publicado como columna de Opinión en el diario digital Factual.es (hoy desaparecido), el 25 de abril de 2010, bajo el título de «Garzón, Botín & Cía.». Algunos acontecimientos recientes aconsejan ahora desempolvarlo y ponerlo al día.

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