Tribuna de Opinión, publicada en el diario de Valencia, Las Provincias, en abril de 2004. Recientes fenómenos acontecidos en España, y todavía en danza, aconsejan recuperarla y volver a sacarla a la luz. La dedico ahora, especialmente, a quienes creen que en la política española de los últimos tiempos suceden cosas novedosas, sorprendentes y sumamente espontáneas. He respetado el título original tal y como lo concebí en su día, pues juzgo que sigue estando plenamente vigente. Sin embargo, ofrezco en esta ocasión una versión reducida del texto original. No pongo el enlace con éste, que permitiese consultarlo en su totalidad, por no estar la página «viva» en la hemeroteca del citado periódico. Sea como sea, un poco de «memoria histórica» (pero, de las de verdad), creo que no estará de más.
«[…] Ocurre que desde hace aproximadamente dos años [hoy, habría que decir, al menos, diez años] se ha levantado la veda en España para montar una cacería, personal y política, contra el centro-derecha, justificada por una doble estrategia: una, política, agrupada tras la consigna de “todos contra el PP”; la otra, emocional, amparada en el sospechoso recurso a la indignación popular.
Dos excusas, en fin, para urdir comportamientos intimidatorios, cuando no estrictamente violentos. Sea a cuenta de la huelga general política convocada contra el denominado “decretazo”; del accidente marítimo del Prestige; de la guerra de Irak; del accidente aéreo del Yak-42; sea como consecuencia, en fin, de los terribles atentados en las estaciones de ferrocarril en Madrid, el caso es que aquí, por tierra, mar y aire, se ha organizado un campaña a gran escala contra la derecha y el PP, sobre quienes se han cargado todas las calamidades y catástrofes habidas y por haber.
La anterior oposición [entonces el PSOE; hoy, ha conseguido, a todo precio, el objetivo de estar en el Poder, continúa en él], unida en una artificiosa y no poco impostada alianza, no se ha conformado con echarlos del Gobierno. En su propósito parece planear la desaparición del mapa de una opción política que ha gobernado España en estos últimos ocho años con gran apoyo popular y que constituye el primer partido nacional. […]
¿A qué viene semejante castigo y enemistad política? La versión más vulgarizada apela a la “natural” indignación de la población causada por un estilo de gobernar. Sin embargo, lo que promueve esta reacción emocional (tan espontánea como los asaltos a sedes del PP) no se conforma con la recusación a la gestión concreta de unos asuntos públicos concretos (no todos: los datos sobre creación de empleo y superávit económico no serían necesariamente indignantes), sino que llega hasta el punto de calificar de “asesino” al adversario político.
Si esto lo protagonizan altos dirigentes y personalidades públicas, ¿qué no harán los movimientos antisistema y quienes conciben planes rupturistas radicalizados que ven en esta marejada una oportunidad dorada para enmascararse y cubrirse? Si “sus mayores” argumentan que todo vale contra el PP y la derecha (se les tilda de representar el “neofranquismo”), ¿qué no harán los “jóvenes guerreros”, los grupos anarquistas y antiglobalización, crispados por efecto del capitalismo y el neoliberalismo reinantes…, o los okupas, muy indignados por el precio de la vivienda y los planes urbanísticos del PP, sea en la capital o en el Cabañal?
Cuando el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña considera “inoportuno” actuar contra los manifestantes que asaltan las sedes populares en la jornada de reflexión previa al 14-M o cuando la titular del Juzgado de Primera Instancia número 3 de Aranjuez absuelve a un vecino de la localidad que llamó "asesina" a una interventora del PP en las elecciones generales por considerar el hecho un “mero desahogo verbal”, ¿qué inhibición sentirán los que quieren tomarse la justicia por su mano y castigar a la “prensa canallesca”?
Es cómodo, y aun provechoso, servirse de quienes levantan la pieza para abatirla. Pero, sépase que cuando se incuba el huevo de la serpiente resulta muy difícil después contener el efecto de su veneno.
Fernando R. Genovés»
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