Aurelio Arteta, Tantos tontos tópicos, Ariel, Barcelona, 2012, 240 páginas
Hasta el propio título del libro
envuelve la gran ironía desde la que está escrito este ensayo ejemplar. Cada
día que pasa, el lenguaje vulgar no sólo impacta en el vulgo raciocinio de la
gente ordinaria. Afecta al público, en general, sin distinciones. ¿O debemos
expresarnos con corrección política, y decir el «respetable público»? Las
sociedades posmodernas llevan tiempo igualándose por lo bajo, a una velocidad
de vértigo. Las tareas de la educación y la cultura exigen mucho dinero y mucha
subvención, pero hablar de calidad y de excelencia en estos ámbitos suena a
cosa antigua, rancia, reaccionaria.
Los actores en el nuevo cine español (o
no español) hablan como la gente de la calle; o sea, mal. Lo mismo que los
jóvenes escritores, que cuentan sus cosas, tal y como les han ocurrido en su
larga experiencia, lo que les ha ocurrido; o sea, fatal. ¿Cómo hablan en
televisión los personajes que pueblan los platós, los programas de
entretenimiento, los reality shows, y
hasta los mismos telediarios? Bueno, de la televisión mejor no hablar... Hoy,
el paradigma del habla reside en el mundo de la política y del deporte, valga
la redundancia. He aquí el espejo donde se mira la muchedumbre. Y no digo más.
¿Qué dicen por ahí? Nada, en realidad.
Pero todos hablan y chatean, platican y
repiten lo que oyen. Opinan y comentan sobre cualquier asunto, por complejo
que sea. Aprueban o desaprueban a los demás con un simple «me gusta» o «ya no me gusta». Y dialogan, dialogan mucho, que es
actividad muy moderna, muy bien vista y muy de nuestros días. La sociedad se ha
convertido en una masa parlanchina que, las más de las veces, no sabe ni lo que
dice.
La gente habla y oye, pero no escucha. Ni siquiera a sí misma. De hacerlo tal vez corrigiese sus
errores y sin sinsentidos. Llenaría de contenido sus frases vacías. Pero, hemos
llegado a un punto en el que nadie quiere recibir lecciones de otro. ¿Filósofo?
¿Sabio? ¿Profesor? ¿Maestro? Nada de eso. Déjate de filosofías. Todo es muy
relativo. Además, ¿por qué unos tienen que expresarse mejor que otros? Todos
tenemos alguna parte de razón, ¿no? No debemos juzgar a nadie, ¿verdad que no?
Con el tópico hemos topado.
Y es, precisamente, el tópico, el lugar común, la frase hecha, el ordinario
lenguaje que se va extiendo en la sociedad como una riada que todo lo inunda y
lo empantana. Porque esto quizá no sea lo peor de todo: la mayoría de la gente
cree que los tópicos son sólo palabras, una forma de hablar, como cualquier
otra, que no hace daño a nadie, que igual da.
El profesor Aurelio Arteta
ha tenido el buen propósito de llamar la atención sobre los tremendos
deterioros que para la salud intelectual, moral y políticas de comunidad
comportan el sostener tamaños disparates. Primero, decirlos. Segundo, quitarles
importancia. Se trata, entonces, de
descubrir la estafa y el delito, pero también de explicar la causa. «Tal es
la función primera de los tópicos: acomodarnos al grupo, arroparnos con «lo que
se lleva», vestirnos a la moda verbal del momento a fin de llegar a ser de los nuestros.» (pág. 10). En
cuanto a las soluciones. Muy no hay que perder nunca la esperanza...
Afirmaba el filósofo español José
Ortega y Gasset que las ideas las tenemos y en las creencias estamos. Claro
pensamiento, perfecto castellano. ¿Y cómo estamos en la actualidad? Pues, en
una situación manifiestamente mejorable. Anegados por la coletilla y el
cotilleo, por la apostilla que da la nota. ¿Algo que añadir?
«Mi cuerpo es mío; Respeto sus ideas,
pero no las comparto; Bueno, es su cultura; Todos somos culpables; No es nada
personal; Sólo cumplo con mi deber; Una cosa es la teoría y otra la práctica;
Desapruebo lo que dices, pero defiendo tu derecho a decirlo; Todas las
opiniones son respetables.»
Como loros salidos de la jaula. ¿Los
tópicos? Tantos tontos que ya no caben más. ¿O sí? Todo puede pasar...
Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política en la
Universidad del País Vasco. Autor de ensayos éticos, entre ellos La
compasión. Apología de una virtud bajo sospecha (1996) y La
virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral (2002).
Editor y coautor de manuales universitarios como Teoría política:
poder, moral, democracia (2003) y El saber del
ciudadano. Las nociones capitales de la democracia
(2008). Su último trabajo ha sido Mal consentido. La complicidad del
espectador indiferente (2010).
Muy buena sinopsis, me intereso, lo voy a leer!!
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