Aprovechándose de la Crisis, voces a diestra y siniestra hablan de «refundar» el capitalismo, declarado culpable por la Progre Inquisición de la nueva debacle. El anticapitalismo sobreviviente tras el derribo del Muro de Berlín ha adoptado en las sociedades occidentales una vía de penetración oblicua, sutil y posmoderna. A la vista del horror desvelado (la cortina rasgada, cayó el Telón), ya no propugna explícitamente la instauración del socialismo. Ahora intenta colarlo por la puerta trasera, por la cocina, por la puerta de servicio, por la entrada de artistas.
Actualmente, la socialización rampante se cuece en los centros educativos, los medios, las administraciones, las oficinas y los despachos. También en el mundo del espectáculo: he aquí el «escenario» en liza. El eco de la Revolución ya no repercute en los talleres y las fábricas. Se refleja en las redacciones de los medios, las tarimas, las tribunas y los tablados. Y es que ya no se respetan las clases, ni tienen consideración por los papeles, ni la ópera, ni el musical, los muy miserables.
El avance del totalitarismo, como George Orwell advirtió, empieza por el lenguaje. Manipular las palabras, darles la vuelta, retorcerlas, cambiarles el significado, ganarlas para la Causa, constituye el inveterado recurso de la propaganda totalitaria, el nuevo/viejo envite de la ideología contra el pensamiento. Reparemos en la prueba principal e irrefutable de esta «nueva/vieja revolución»: sus animadores presumen de novedosos y progresistas cuando postulan vetustas y fracasadas fórmulas.
Según el patrón vigente, las ideas ceden, humilladas y vencidas, ante la avalancha de consignas y eslóganes políticos; por ejemplo, «social». No es éste, sin embargo, el único término todoterreno. La familia terminológica en espera de colocación es numerosa: «cívico», «sostenible», «renovable», «género», «cambio», «progreso», «paz», «derechos», «solidario», «público», «verde», «roja»… No hay dificultad ni misterio al respecto. Si no sabes a qué carta jugar, no dudes, añade cualquiera de estos comodines al juego que traes entre manos y ligarás una escalera de color (rojo) con la que llegar a lo más alto.
No seas tímido ni reaccionario. Usa estos términos mágicos, póntelos, pónselos a tus enunciados, y comprobarás los resultados a los pocos días. La propaganda en la exposición universal progresista, funciona hoy como el crecepelo de las ferias de ayer. Estas artimañas publicistas tienen también en común con las profecías autocumplidas que, partiendo de presupuestos falsos, generan respuestas automáticas repetitivas que acaban persuadiendo al personal de su verdad, y aun de su bondad.
Ahora bien, si se dice «la sociedad» y «la Roja», ¿por qué no decir «la social» en lugar de «lo social»? Además de ajustarnos a la corrección política, hablaríamos con mayor precisión. «Social» ha llegado a convertirse en sinónimo de persecución y represión de la libertad. Como en los viejos tiempos.
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