«Preparada durante medio siglo de reeducación por el materialismo histórico y por su propia “revolución cultural”, la China exangüe y no obstante innumerable ha adoptado en un abrir y cerrar de ojos, desde que Deng Xiaoping y el Partido le dieron luz verde, el materialismo capitalista, demasiado feliz de deberle, a falta de libertad, el individualismo y la oportunidad de escapar, a base de emplear los codos, a la humillación y a la pobreza. Es la gran conversión del nuevo siglo, celebrada unánimemente por nuestros hombres de negocios, nuestros intermediarios culturales, nuestros turistas, todos gordos sucesores de nuestros ascéticos y sabios misioneros jesuitas de los siglos clásicos. China ya no inquieta, se le agasaja, hijo pródigo que finalmente se ha sentado con nosotros para compartir el banquete de la globalización contemporánea. Nadie parece darse cuenta de que se trata de uno de los pueblos más siniestrados del siglo XX, amputado de todos los órganos y de la mayor parte de las reliquias de su antigua civilización, y reducido por el terror moderno del totalitarismo maoísta a una proletarización moral más radical aún que su miseria material. […]
Neófita disciplinada, China proporciona una hábil mano de obra pagada con cuatro cuartos a nuestro comercio de lujo democratizado, que revende aquí, bastante caro, sus productos de marca fabricados por nada allí. […] Ella [China] se encarga de invertir sus beneficios en bonos del Tesoro americano, convirtiéndose así, con Japón y los emiratos del golfo Pérsico, en uno de los principales acreedores de la gigantesca deuda del presupuesto federal de Estados Unidos. […]
¡Grandeza de China, hormiguero levantado por Mao! Este inmenso pueblo, reintegrado al capitalismo pero en un marco comunista integral, no es menos peligrosamente ejemplar. Si otros lo imitan, siguiendo el ejemplo de su crecimiento pero negándose a respetar los principios del derecho que aún lo moralizan en Estados Unidos y en la Unión Europea, su peso corre el riesgo de hacer triunfar globalmente el crecimiento, pero haciendo zozobrar localmente la ley y los derechos con los que nos sentimos orgullosos de refrenarlo. […] Lenin decía de su régimen: “los sóviets más la electricidad”.
El capitalismo más la sharía no es un porvenir más prometedor que el capitalismo trasplantado al comunismo chino. Uno y otro trabajan noche y día para dominar y asediar a nuestro capitalismo de los derechos humanos, cada vez menos seguro, a pesar de 1989, de tener el privilegio y el monopolio del futuro. La “conversión” de China nos remite a una imagen de nosotros que produce en escalofrío en el espinazo.»
El capitalismo más la sharía no es un porvenir más prometedor que el capitalismo trasplantado al comunismo chino. Uno y otro trabajan noche y día para dominar y asediar a nuestro capitalismo de los derechos humanos, cada vez menos seguro, a pesar de 1989, de tener el privilegio y el monopolio del futuro. La “conversión” de China nos remite a una imagen de nosotros que produce en escalofrío en el espinazo.»
Marc Fumaroli, París-Nueva York- París (2010). Fragmentos.
Cada día que pasa escuchamos más voces que auguran, e incluso apuestan, por una próxima sustitución en el liderazgo económico mundial. Estados Unidos de América recula, mientras China avanza hasta convertirse en la primera potencia del planeta. El sueño antiamericano se haría así, finalmente, realidad. Pero, ¿somos realmente conscientes de lo significaría que en la cima del orbe ya no estuviese un país capitalista sino un imperio comunista?
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