miércoles, 8 de diciembre de 2010

ESCRITORES EN ROMA


VV AA, Guía literaria de Roma, Ático de los Libros, edición y prólogo a cargo de Iria Rebolo, Barcelona, 2010, 191 páginas.

Sostiene la tradición milenaria de los adagios que todos los caminos conducen a Roma. No negaremos aquí sentencia tan memorable y de tan largo recorrido en la historia de la humanidad. El dicho, casi tan antiguo como la justamente denominada «ciudad eterna», se hizo máxima a seguir con el transcurrir del tiempo, cumplida fervorosamente, a pie juntillas, por millones de personas cada año, hasta el momento presente.

Primero, las legiones romanas, principales usuarias de las calzadas con sus idas y venidas hasta las proximidades de la capital del Imperio, fueron las que marcaron la marcha y el devenir de los acontecimientos durante gran parte de la Antigüedad clásica. Después, convertida en centro, punto cardinal y Santa Sede de la fe cristiana, Roma ha sido, y continúa siéndolo, visita obligada para cientos de miles de peregrinos de todo el planeta. A partir del Renacimiento, adquiere rango superior (universal ya lo tenía) en el ámbito de las artes, las ciencias, la filosofía y el comercio. Y, en fin desde el siglo XVIII, la capital de Italia forma parte inexcusable, como parada y fonda, del Grand Tour, el gran viaje por Europa, que, a modo de rito iniciático, cumplían miles de jóvenes (y no tan jóvenes) del viejo continente y el resto del mundo, a fin de completar su formación intelectual y artística. 

 Hoy, torrentes imparables de turistas llegados de todos los puntos del globo, toman posiciones en el antiguo foro romano e inmortalizan con sus cámaras fotográficas una ciudad, urbi et orbe, que ya ha ganado, por méritos propios, centuria tras centuria, la condición de inmortal, de inabarcable, de eterna.

Nadie puede sustraerse al embrujo y al poder de atracción de Roma. Tampoco los artistas y escritores. Casi diríamos que los maestros de la literatura menos que nadie, pues para ellos Roma no sólo representa un lugar de reposo espiritual y anímico, sino una inagotable fuente de inspiración, sabiendo como saben que allí se localiza la cuna de la civilización, por excelencia. En esta clase selecta de visitantes nos interesa ahora, precisamente, reparar a propósito de la meritoria publicación Guía literaria de Roma, editada por Ático de los Libros.

Con un criterio cronológico, el volumen recoge fragmentos de afamadas e ilustres crónicas sobre Roma, desde las escritas por el geógrafo griego Estrabón hasta el poeta checo Rainer Maria Rilke, pasando por Montaigne, Gibbon, Smollett, Goethe, Chateaubriand, Stendhal, Shelley, Fenimore Cooper, Dickens. Melville, Pedro Antonio de Alarcón, Twain, Henry James y Hugh Macmillan. La precisa selección de textos escoge aquellas estampas o escenarios más acordes con la personalidad del autor respectivo. De este modo, por ejemplo, Montaigne nos introduce en la Biblioteca Vaticana, Gibbon explica el Coliseo, Stendhal descubre el síndrome de Roma y Rilke define pulcramente el sentido de la belleza de Roma. No puede, pues, encontrar el lector en cada capítulo del libro, cicerone más solvente con quien adentrarse en el alma, literaria y cultural, de esta ciudad incomparable.

La edición, sobria y exquisita, ha optado con muy buen criterio por ilustrar el libro con reproducciones de grabados escogidos de Piranesi, Rossini y Vasi, quienes supieron perpetuar también, cincelada en soberbias planchas, la memoria profunda y perenne de Roma.

2 comentarios:

  1. Sí, muy cierto. Roma, ciudad eterna por muchas razones.Una de ellas, porque estimula el eterno retorno...
    Saludos.

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